"Me veo sentado en una silla de brazos de mimbre, en un jardín, rodeado por un mundo sin bordes, aún reconocible sólo por sus colores suaves" escribió W.G. Sebald a propósito de su vejez. Y, a pesar de las distancias, en ese mundo sin bordes y de suaves colores, reconocí la obra de Joam Berride"